Buceando en la mente...

 Pienso ahora, porque tengo tiempo libre, en la siguiente concepción sobre el arte: el arte como antídoto.  Algunas obras en general, pero creo que en este sentido más aun los films y los libros, nos suman experiencias que, si las capitalizamos a nuestro favor, llegan a funcionar como posibles soluciones o aproximaciones de solución, a diversos fantasmas o problemas concretos que tengamos en nuestros días. Ver alguna historia o la manera de proceder de x personaje en x situación con la cual o los cuales nos sentimos identificados, puede incluso hasta hacernos notar que padecemos algún tipo de problemática de la cual, hasta el momento, no eramos consientes. Puede darse también, que identifiquemos el problema del personaje en cuestión pero que no nos veamos reflejados con él, incluso aunque nuestras situaciones sean realmente similares. En este caso, el problema es complejo, ya que no lo estaríamos aceptando como tal, por ende, la obra en cuestión, no cumpliría el efecto de antídoto. Bien, hasta acá, lo mencionado hace referencia al efecto sobre los potenciales espectadores o lectores de una obra y faltaría mencionar que el efecto antídoto, también se daría en los creadores de la obra, de la manera inversa: al padecer un problema intenso, canalizarlo en la construcción de un algo, en este caso "la obra", que sea fruto del padecimiento, y de esa manera conseguir lo mencionado infinidad de veces: exorcizar los demonios internos para sanar. Ni más , ni menos.
 El film del que quiero hablar en referencia a la idea expresada en el primer párrafo, es "El fondo del mar" (2003), de Damián Szifron. Comencemos entonces, bailando lento, ya que hay varias cosas por decir. En primer termino, la historia: el protagonista (Ezequiel), encarnado por Daniel Hendler, es un joven estudiante de arquitectura en los últimos años de la carrera. La relación con su novia, no parece estar atravesando el mejor momento, aparentemente, por la intensidad de los celos que Ezequiel manifiesta. Ana (Dolores Fonzi) se siente asfixiada. Cada paso que da o intenta dar, es interrogado por Ezequiel. El lazo, esta desgastado. Ana, se nota, ya no desea estar con él en ningún aspecto.  Un día, Ezequiel llega a su casa en el momento equivocado: descubre a Ana con otro tipo. El resto de la película, Ezequiel se la pasará persiguiendo al pata de lana y tratara de sacarle información. ¿Quién es? ¿A qué se dedica? Pero el intruso le sacará la ficha rápidamente. Ezequiel tocara fondo. El desarrollo del film nos hace prever un final desastroso, pero nos equivocamos, caemos en el juego en el que Szifron mejor se mueve: crear un clima de amenaza que finalmente termina no siendo tan peligroso. La oscura trama que se plantea, va iluminándose justo donde se pronosticaba más densa. y, al estilo "El traductor", la novela de Salvador Benesdra, el final termina siendo esperanzador y luminoso, esos finales que lamentablemente, se ven muy poco.  Finalmente Ezequiel identifica su problema, se hace consiente, toca fondo y se recupera (se evidencia que la recuperación no es gratuita, sino todo lo contrario). El efecto antídoto, se consuma.
 Para cerrar, es presido este dato. Szifron contó en una entrevista que en determinado periodo de su vida, sufrió de celos ( aclaremos que los celos los sufre el celado y el celoso). Cuenta Damián, que una vez, esperando a su novia en su casa, se había puesto a espiar por la ventana de la cocina, para ver si llegaba (su novia). La chica llega en camioneta, como acompañante, pero no baja, se queda un buen rato hablando con alguien adentro del vehículo. Damián, desespera. No sabe como proceder. Después de unos minutos, vuelve a espiar. En la camioneta no había nadie. Los celos le jugaron una mala pasada. Solo había sido una invención de su mente saturada. Luego comenta que el fondo del mar, le ayudo a terminar con esos terribles tiranos internos. 
 Personaje, autor y espectador sanados por la obra. Gran película, grandes actuaciones, pero esto esto seria otro articulo. 


  Desintoxiquen su mente viendo cine o de la forma que sea. Salud de antídoto (je)