Solo, solo, solo



 De repente, la monotonía se rompe. La variable sorpresa nos devuelve el calor. Claro, esto puede ser bueno o malo, tragedia o bendición, pero como no sabemos bien la diferencia entre ambos términos, por ahora y solo por ahora, obviemos dicha dicotomía, para retomarla más tarde.
 Alex  practica skate con sus amigos la mayoría de las horas del día. Es un adolescente, en apariencia, como todos; tiene novia y también sale con sus amigos. Ahora bien, hay en él, un dejo de aburrimiento, de hastío, de saturación con respecto a su vida cotidiana. Un buen día, van a patinar a un lugar increíble para los patinadores lugareños, el cual da titulo al film (basado en la novela de Blake Nelson), "Paranoid Park".  Mientras la mayoría de los chicos patina, Alex se queda hablando con una persona más grande que ellos. Dicho personaje esta interpretado por Scott Green (un actor-ente que aparentemente solo es contratado por Gus Van Sant del cual se conoce bien poco, o mejor dicho directamente nada, NADA). El tipo le propone a Alex irse del parque y colgarse de los trenes de carga que pasan cerca del lugar. Alex, aburrido y curioso (como todo adolescente, como todos deberíamos serlo siempre (curiosos)) acepta.
 Hasta acá, la trama es lineal, simple, y no levanta vuelo. Los guys, salen a montarse entonces en los trenes de carga. El divertimento parece simple y, lo que no es menor, garantizado. Bien, una vez ya en acción, el personaje de Green se monta a un tren y alienta a Alex a que lo imite. El pequeño Alex pega el zarpazo y se coloca también en uno de los vagones. Con su patineta en la mano, sin dejarla nunca lejos de él (NOTA: el romanticismo que emana del hecho de que Alex nunca se aleje de su skate, de ese sencillo tablón pintado, siendo un patinador del montón, o francamente malo, es captado, o inventado por Gus Van de manera maestra.).


Mientras "disfrutan" escasos segundos surfeando las vías, los nuevos compinches presenciaran un hecho extraño. Como suelen escribir en las pintorescas sinopsis comerciales, presenciaran algo que cambiara sus vidas para siempre (también es cierto que algunas veces la cursileria es lo mas efectivo e inmediato, claro.).
 Dos cosas, finalmente. La ternura, en el sentido más explosivo del termino, que despierta el hecho de que Alex sienta que no puedo contarle lo vivido a nadie, pero a nadie (siempre termina habiendo alguien, creo), es lograda hasta el final, con una resolución de CIERTO desahogo para el protagonista.
 La dosis de poesía que tiene el film, que no sorprende sabiendo de quien viene, es intensa. Pienso a veces en Gus, como alguien con la peculiar capacidad de darle volumen a la "chatura", como diría mi viejo en términos más gráficos, de sacarle jugo a una baldosa. Una historia del montón que adquiere, en determinado momento, un alma palpable. Una voz en el cerebro del espectador que dictara sentimientos e ideas cifradas. Claramente, obviando las capacidades técnicas del cineasta.



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