"Voy a hacer que quemen este lugar" El Último Elvis





 Imaginarse ser invitado a una fiesta, llegar, que Freddy Mercuri te abra la puerta, que Iggy pop se pasee en cuero por ahí y que Slash y Axl Rose estén compartiendo empanadas, es, como mínimo, un exigente ejercicio mental.
 Por otro lado, imaginarse que Armando Bo, ese hombre “enamorado”, o, mejor dicho obsesionado por la figura sexual de la coca Sarli, haya tenido un hijo, (que ese hijo haya sido un actor de entretenimiento y un director de poca monta) y que ese hijo, haya tenido un hijo (osea, que Armando Bo haya tenido un nieto) y ese nieto, sea un artista genial, con todas las letras (en este caso, demostrándolo como guionista y director. Aun que también, agrego que se dedica o se dedicaba a realizar publicidades) es, para empezar, un hecho de subestimación de mi parte, al creer que no puede darse algo de calidad artística sublime, dentro de un contexto embadurnado de mal gusto (esto quiere decir, que es poco creíble que un nieto de Armando Bo, sea un artista, si tenemos en cuenta la clase de cine que hacia su abuelo. Que, no digo que no estén buenas sus pelis (las de Bo abuelo), pero claramente no son obras de arte) y luego también es, como diría Cerati, difícil de creer.
 Pero, mis amigos, acá les traemos una joya del cine nacional, una película hecha con claras intenciones estéticas, alcanzando el límite de la pasionalidad mediante un hacer realmente sutil, y, de paso, les presento al hacedor de dicha obra, al que tal vez, ya conozcan, aunque esta es su opera prima.
(La primera vez que vi este film, fue el la casa de mi novia. Mientras tragaba y disfrutaba cada bocado de pizza, sentía la sensación de estar viendo, de estar siendo participe, de algo realmente grande.)
 La película en cuestión, es El ultimo Elvis, y el director, Armando Bo junior. El film, a grandes rasgos, cuenta la historia de un tipo divorciado, padre de una hijita sensacional, que se gana la vida como operario en una fábrica y como “imitador” de Elvis Presly en fiestas y eventos. Antes de seguir, en este articulo, la palabra IMITADOR, tendrá que ser siempre tomada con pinzas, más adelante, sabrán por qué. Seguimos. El tipo en cuestión, es Carlos Gutierrez. Al empezar la película, su relación con Lisa (su hija), no se encuentra en el mejor momento. Ni hablar de su relación con Pricila (su mujer). Carlos tiene, en apariencia, una vida gris. Va al laburo, llega a su casa y mientras se como unos sándwiches de crema de maní y banana, mira, una y otra vez, recitales del rey. Acá, ya tienen algo que, mis despiertos cinéfilos, tendría que parecerles como mínimo, fuera de lugar. El solo hecho de que su hija y su mujer, lleven los nombres de la hija y la mujer de Presley y que el tipo, siendo argentino, coma sándwiches de maní y banana, dice mucho, nos habla, claramente, de que no es simplemente un imitador (de hecho cuando vean el film, se darán cuenta de que John Mc Inerny, quien interpreta a Gutierrez, ni siquiera imita a Elvis, si no que posee algo que lo trasciende (a él y a Presly. Un hecho único del cual hablaremos en otros post)), nos habla de alguien que cree tener la vida de otra persona. En una escena magistral y a su vez grotesca, Guitierrez se encuentra en su casa en compañía de una prostituta. Él, en lugar de estar con ella, está comiendo dulce de leche y mirando un recital (¿adivinen de quién?) y ella le dice, ¿Queres que te la chupe? A lo que Carlos responde que no y luego, le muestra el televisor a la chica, le indica a Elvis y le dice, dios me dio su voz, yo solo tuve que aceptarla. Líneas demoledoras.
 Entonces, todo gris hasta que un día, su mujer y su hija se accidentan. Priscilla esta jodida. Debe permanecer internada varias semanas. Lisa está bien y por ende, se va a vivir con Carlos, mientras esperan a que su mama se recupere. En estas semanas, el vinculo entre padre e hija se irá haciendo cada vez más estrecho. Carlos no posee el oficio de padre, no sabe ni a qué hora darle la medicación a su hija. Pero con el correr de los días, le enseña a jugar al pool, le canta canciones cuando se va a dormir (canta de manera celestial), le enseña a comer crema de maní y banana (¿eso se enseña?) y la lleva a sus recitales. Lisa, también con los días, adora a su padre, adora a Elvis-padre. En esas semanas, Carlos da una serie de recitales increíbles y aquí hablemos de la mano de Armando junior. Este muchacho, hace que un recital de Carlos Gutierrez en una sociedad de fomento, tenga la intensidad de un recital en el Madison Square Garden, que un show en el bingo de Avellaneda, mientras los adictos al juego dejan de lado la ruleta y la maquinita para escuchar al rey, al igual que nosotros de este lado de la pantalla, nos emocione hasta las lagrimas.
 Y en medio de todo esto, algo que no les voy a decir. Hay un plan “loco” de Carlos que atraviesa toda la película y, mientras disfrutamos de sus canciones, nos mantiene en vilo hasta el último minuto.
 Desde aquí, hablaremos más sobre el gran John Mc ínerny y sobre Armando Bo junior. Esto es todo. Solo por ahora.
 Así que, mis enfermos de “cinecifilis”, hagan los deberes, vean YA, El último Elvis. La primera obra maestra de este director letal.
 Antes de despedirme les dejo algo que Carlos le dice a su hija en un momento vital del film: “cuando uno cree en algo, tiene que seguirlo hasta el final, los que no lo hacen, son infelices”
 Salud de cine.

 Gabriel Appella



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