Me veras volver...(parte 1)



Muerto, zombie, carne podrida, el prode de la muerte... Algunos precisan tocar el fondo con la lengua para sentir las ganas de volver, volver con esa intensidad con la que vuelven a la vida esas ya tan mencionadas aves increíbles.
Durante los primeros años en los Red Hot Chili Peppers, John Frusciante, al margen de que evidentemente era ya muy virtuoso con el instrumento, no parecía salirse de lo normal, no parecía ser más que un muy buen guitarrista (muy influenciado por Hillel Slovak), hasta que un buen día, o tal  vez una buena madrugada, sumergido en su primer gran gira con la banda, decidió bajarse del micro, y, al preguntarle todos (sus compas de banda y todos los que hacían bulto) que le dirían al publico sobre su salida del grupo, John dijo, díganles que me volví loco. Bien, algo de verdad tal vez habia en sus palabras, pero vayamos por tramos. 

Frusciante deja la banda en el 94 y se sumerge más que nunca en su adicción a las drogas, fundamentalmente en la heroína. Evidentemente prolífico de nacimiento, al margen de esto, John sigue componiendo y, subido en sus tan endebles andamios, construyendo los vigas, los cimientos de hormigón que sostendrían su épicamente heterogénea carrera en la música. 
 Algún día, hace varios años, vi una entrevista que le realizaron a John durante esa época. Si algunas vez imagine a la muerte, de verdad que se parece al Frusciante que se puede ver en esa cinta de vídeo. John dice, sin embargo, que se siente increíble, mejor que nunca, aunque cada vez le falten más dientes. En un momento, habla del suicidio de Kurt Cobain, y dice que este (Kurt) le parecía un egoísta por haber abandonado a su hijita recién nacida y a su amor, Courney love. Al margen de su estado físico, la lucidez de Fruciante seguía en pie de guerra. Edita dos discos increíbles (discos que poca gente escucha, pero que son, realmente memorables, créanme y búsquenlos), Niandra lades and usually just a t-shirt y smile from the streets you hold, discos casi caseros en los que la guitarra acústica apaleada, sarnosa y herida de muerte por un mundo de mierda que no comprende las sensiblerías del pequeño John (al que con mi novia descubrimos siempre, en su juventud, acompañado de un frasco con un liquido de, como mínimo,dudosa procedencia), nos raya la madre, desenfoca nuestro lugar común a la hora de escuchar y nos obliga a enfocarnos desde otra perspectiva sonora para no sacar el disco del equipo, para luego, una vez acostumbrados al nuevo sitio, tocarnos el cerebro y el alma hasta el punto de llorar mientras vamos de camino al chino. Entre tanto, John roza la muerte. La roza de verdad. Sufre de una infección en la piel y en la dentadura, por la cual tienen que reemplazarle todas sus piezas dentales y hacerle injertos de piel en sus brazos. Frusciante, sin drogas y limpio espiritualmente (no se con exactitud que es esto ultimo), habla con Flea. Este, le propone volver al grupo y John, entre lagrimas, le confiesa que es lo que más le gustaría en la vida. Mientras vuelve a la familia, Johnny sigue componiendo por su cuenta, su creatividad no es que simplemente no cesa, si no que directamente, su creatividad ya comienza a ser una fabrica, una monumental fabrica que escupirá música por el resto de los siglos. Edita To record only water for ten days, un disco que, a diferencia de los otros dos anteriores, contiene composiciones realizadas con instrumentos electrónicos (baterías demenciales) sin dejar de lado esas guitarra tocados con la punta de sus arterias o con su propio sexo erecto. 
 Seguiremos ahondando en la carrera de este megamoustro compositivo, en entregas, este es la primera, las mismas serán numerados en el titulo.
Escuchen los discos que cite, recen, compongan canciones, piensen en gente que solamente vive por el hecho de hacer alguna actividad que le produce orgasmos magníficos etcétera.


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