Esa familia, es el diablo.





 Mientras continuaba con mi derrotero universitario, me recibí de electricista. En dicho centro de formación, un buen día descubrí una muy generosa biblioteca popular. Me tomo por sorpresa encontrarme con un ejemplar de Las aventuras de un fotógrafo en La Plata, libro que me venia siguiendo hacia tiempo por varias librerías, pero que por alguna razón, nunca termine por comprar. Los libros atraen mucho desde la estética de la edición, desde la tapa. En mi caso la tapa condiciona la intensidad que va a tener dicho libro en mí. Si el libro es bueno y la tapa no, sin duda pienso que ese mismo libro (el contenido de la obra) seria mucho mejor si estaría acompañado de una tapa que le haga justicia. Pero el tema de las tapas, es otra historia y merece ser tratada en un post aparte. 
 La edición de esta obra de Bioy Casares que encontré en la biblioteca, su tapa, era malisima, un anticonceptivo estético, pero igualmente termino en mi mochila y luego en mi habitación. El ritmo y el argumento de la novela, son hipnóticos. El protagonista, oriundo de capital, joven fotógrafo con gran proyección a futuro, es tentado por un cliente que le ofrece viajar a La Plata para fotografiar los monumentos y edificios históricos de la ciudad. El protagonista (quien se llama nicolasito, y, por razones entonces obvias, llamare durante todo el articulo, simplemente "el protagonista") acepta. Viaja. Y cuando apenas llega, se encuentra con una familia (padre con sus dos hijas de las cuales una es a su vez madre de una criatura) que, como él, tampoco conocen mucho la ciudad, y que le piden que les haga una foto. A su vez, también le advierten de lo hostil que puede llegar a ser la ciudad con gente que no la conoce bien. Le cuentan los peligros y le aconsejan cuidarse. Hasta ahí, nada del otro mundo. La familia le pide que se hospede en donde ellos están parando (una pensión bastante lujosa). El protagonista les dice que ya tiene todo arreglado con un amigo suyo. Con el correr de los días, el protagonista se apega de una manera muy pronunciada a la familia, al padre, a quien parece tenerle sumo respeto y a las dos hermanas, por las que se siente muy atraído, como mínimo. Y aquí, nosotros lectores, no vemos la hora de que algo suceda, un  ménage a trois, tal vez, y algo sucede con ambas, pero Bioy no es explicito en lujo de detalles. El protagonista juega a dos puntas, pero sugún Bioy, solo esta enamorado de una de ellas. 
 El padre de la familia, es una turbina completamente absorvente. Nicolasito no puede zafarse de él. Su amigo, quien le da acilo en su pensión, le advierte que esa familia no le gusta nada, que se cuide. En un momento, todos sus amigos le piden, por favor, que se aleje de ellos lo antes posible, que esa familia, es el diablo. Nicolacito no cae, no sabe que creer, su cabeza gira de una punta del ring a otra con la intensidad del zapping, pero su relación con la familia se estrecha cada vez más. Las advertencias de sus amigos y una serie de hechos dudosos, crean en el lector la sensación de que algo inminente va a suceder en cualquier momento, pero dicho hecho fatídico, jamas sucede. La presencia del diablo es aquí, solo eso, una presencia (con todo lo que eso puede llegar a conllevar). Y acá, la novela de Bioy, me recuerda a El tercer Reich, de Bolaño, otra historia en la cual la presencia del peligro inminente y el miedo atraviesan toda la historia, pero nada de lo que nos imaginábamos termina sucediendo. El hilo conductor, la soga que atraca nuestros nervios hasta el final, es, en ambos libros, la amenaza, la amenaza que nunca se termina de concretar, pero que deja en nuestros cerebros mucho más ruido y muchas más preguntas que si todo hubiera terminado de manera obvia, manera que ambos novelas proponen promediando la mitad de las historias, ya que nos hacen creernos seguros de como van a terminar. Tal vez, y solo tal vez, la diferencia entre ambas historias este en los protagonistas. Nicolasito Almanza, parece tener cierto miedo y aunque se arriesga al no alejarse de la familia, escucha y procesa lo que sus amigos le dicen. En cambio Udo Berger (nombre increíble, al menos comparado con los nombres malisimos que Bioy le pone a sus personajes) parece estar de lleno entregado al peligro, todos lo advierten pero, con el correr de las paginas, el personaje se regala más y más a su en apariencia, inevitable destino. Y hasta por momentos parece disfrutarlo. 
 En la novela de Bioy, todos los personajes terminan comiendo asado juntos, pasándola bomba, como si todo hubiera sido una broma pesada para asustar al lector y darle una palmada de alivio al final, tranquilo buey, nada malo iba a suceder. Muchas veces nuestros seres queridos nos hablan mal o nos asustan sobre personas que nos caen bien o sobre proyectos nuestros que parecen peligrosos o arriesgados y luego, como en la novela de Bioy, nada de eso termina sucediendo. Aveces, parece que el peligro siempre es una presencia, por ende nace el miedo, pero más vale vivir un poco que quedarnos tapados con las sabanas hasta arriba.
 Recortando y sacando un poco de contexto algo genial que escribió Tolstoi para ponerlo en este contexto: "El hombre puede soportar la guerra y el hambre, pero la verdadera tragedia, es la tragedia de la alcoba" (tomemos alcoba, como idea de estar encerrado sin tener contacto con un poco del peligro de la vida cotidiana, una actividad intensa, un amor salvaje, viaje sin fecha de vuelta y todo lo que se les ocurra)

 Salud.

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