Hablemos de suicidios, David Foster Wallace

Gabriel Appella
Voy a hablarles de una historia de amor. 
Mientras yo terminaba el secundario, algo tremendo o milagroso para cualquier adolescente, un escritor estadounidense que venia levantando su obra "literaria" desde fines de los 80's, se colgaba de un arbol en su casa de california. David Foster Wallace sufría de depresión. Todos los días, tomando la medicación para achacar el dolor. Vivia con su esposa Karen Green (artista plastica), su hijo (el de Karen) y sus dos perros. En determinado momento, David deja de tomar Nardil y dice empezar a sentirse mucho mejor. Pero un buena día, Karen llega y se encuentra a David colgando de uno de los arboles del patio. Para que no paresca, por mi forma de narrarlo, todo tan repentino, remontémonos un poquito en la linea de tiempo.
 Nuestro personaje se crío en Illinois, dentro de una familia con padres intelectuales (el padre de David fue alumno en la universidad, de un alumno de Wittgenstein (lo cual en sí, no significa nada, pero bueno, vale el dato)) y una hermana menor. David, desde temprano, mostró amor por el tenis,  como jugador y como espectador (lo que confirmaríamos (como espectador) en su adultes, en algunos ensayos que le dedico al tema. Aparte, en algunos escritos y entrevistas, él mismo afirma que era un buen jugador). Empieza la universidad pero ya empieza a sufrir de depresión, por lo cual decide dejar el campus y volver a su casa. Sin embargo, al año, se "repone", vuelve y terminaría sus estudios en filosofía y literatura con calificaciones altamente sorprendentes (lo cual en sí, tampoco significa mucho). El tiempo, que siempre corre, encuentra a David, ya en el futuro, trabajando como profesor de escritura creativa en la universidad, escribiendo relatos, novelas e impecables, perfectos* e inspiradores artículos periodísticos sobre todo tipo de temas (desde festivales de cine porno hasta la cobertura periodística del festival de la langosta de Maine, en donde Wallace, lejos de hacer una reseña simple y concreta, termina logrando un ensayo demencial sobre el dolor, la compasión y la estupidez humana) y también lo encuentra siendo adicto a algunas drogas y al alcohol. Si bien Wallace, como dijimos, a finales de los 80 ya había publicado dos libros (La escoba del sistema y La niña de pelo raro), todo explota con un aullido de los mil demonios cuando publica, en el 96, La broma infinita, una novela, una mole de más de mil paginas en las que la historia, que son tres historias, se centra en un futuro no tan lejano en donde EEUU, Canadá y México son un solo país. 
 El libro, yo, aun no lo pude conseguir. Los oportunistas parasitarios de mercadolibre, venden el libro, aprovechando que esta agotado, a precios asquerosamente siderales. 
 No hace mucho, la editorial española devate, edito la primera biografía sobre el autor, la cual posee un titulo en verdad desgarrador, el titulo de todos los títulos, el cual, después haber salido a la luz, tendría que ser la causa para rendirnos y no poner nunca más títulos a nada, porque simplemente no haría falta, Todas las historias de amor, son historias de fantasmas.* Ese libro, mis amigos, tampoco lo pude conseguir aun, así que mi alimento balanceado a base de Wallace son entrevistas, artículos escritos por él que circulan en la web y el hermoso libro (que posee una tapa increíble, increíble de verdad (y este comentario muestra a las claras mi alto nivel de fetichismo) Hablemos de langostas. En dicha obra, Foster demuestra una demencial capacidad de observación y una obsesión insuperable para explicar todos los detalles en apariencia menores sobre todo lo que esta escribiendo, lo que decanta en notas de pie de pagina que en muchas oportunidades abarcan hasta paginas completas del libro.
 Sentí amor cuando conocí a David, siento amor cuando veo sus fotos en las que posa con una bandana al estilo tenista de los años 70's, 80's como Mc Enroe, Vilas o Bjorn Borg. Siento amor cuando leo sus trabajos y sus monementales pies de pagina. Sentí amor cuando como demente busque sus libros por todas las putas librerías de calle Corrientes y San telmo sin encontrar nada, ni un comentario de consentimiento por mi de parte de ningún jodido librero, hasta que una buena tarde, en recoleta, descubrí una de las mejores librerías del mundo (sí, tengo derecho a decir esto), la Librería Norte. Yo estaba a la caza de un par de libros de arte para mi hermosa novia y como siempre, de alguno de Wallace. Pedí, sí tenían, uno que sí estaba en circulación (El rey pálido) y un chico muy amable, que si no recuerdo mal se llama Felix, me dice "vino algo de Wallace,creo que Hablemos de langostas" y entonces yo, con la positividad que me caracteriza, le dije "no, no creo que sea ese, porque esta super agotado" y el me dice "para que lo voy a buscar y vemos cual es". Y era. Y lo señé (no me alcanzaba la plata para comprarlo) (soy pobre) y al otro día, en compañía de mi mujer, lo compramos (ese día, en la calle, vimos a Carlos Belloso, jeje) y su presencia resuena en mi constantemente, como una pelota de goma arrojada contra las paredes de mi cerebro una y otra vez.

Busquen a Wallace, compren a Wallace, lean a Wallace y (parafraseando un poco al budismo) maten a Wallace, solo así, seran libres. Buenas noches.

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